dimarts, 3 de març del 2009

LA IZQUIERDA EN SUS LABERINTOS ELECTORALES

Ante las convocatorias electorales, ¿qué opción podría ser la más unitaria y la de mayor impacto desestabilizador del status quo? ¿qué nos procuraría una mayor sinergia movilizadora, transversal y abierta, más allá de los típicos cotos y guetos?

Desde sus inicios, la reacción popular anticapitalista ha sido sometida a un sistemático proceso de fragmentación. Han ido surgiendo sucesivas facciones/élites mesiánicas e ilustradas que han pretendido imponer la hegemonía de su visión sobre el conjunto.

Disputar o no con la burguesía el control de las instituciones del Estado, aceptando o no las reglas de la democracia representativa, ha marcado una fractura estratégica aún vigente. Fractura por la que el complejo burgués-estatal estuvo y está muerto de risa y aplaude hasta con las orejas. Por la lógica estructural de la competición electoral, de la fracción entrista han ido floreciendo brotes y rebrotes del tronco original hasta casi el infinito. Mágica e inevitablemente, los partidos electoralmente hegemónicos de la izquierda siempre han terminado por defraudar cualquier expectativa respecto a su credibilidad para liderar la superación del capitalismo, sino más bien al contrario[1]. Pero entre sus dirigentes y militantes mal ubicados nunca han faltado iniciativas refundacionales de retorno a las esencias más puras, contundentes y beligerantes. Y, en cada paso, se pierde tal bagaje y se olvidan tantas cosas que, con flujos y reflujos, seguimos instalados en la historia interminable de la patética impotencia y el pataleo.

Más allá del indefinible y errático espectro militante, el hecho más relevante es que la mayoría está instalada en el escepticismo, la inhibición o el hiperactivismo compulsivo, epiléptico y ultraatomizado: en la pura resistencia táctica fácilmente instrumentalizable por y para la inteligencia de los másters del universo. Y lo más gracioso es que aquí y ahora todos estamos estresados por la urgencia de trascender el capitalismo genoecocida: pura supervivencia.

Estoy convencido que cada una de las bifurcaciones de la historia de la izquierda anticapitalista, siendo tan fundamentales las opciones libertarias como los sucesivos marxismos, tiene verdades parciales irrenunciables. Pero, con el juego que nos hemos montado, nos encontramos con tantos elementos contradictorios y excluyentes que, al final, la parálisis es inevitable: por ahí reptan, amorfos y fofos, brillantes cerebros; más allá, descerebrados puños sin piernas golpean los muros, aquí sensibles corazones idiotas llorando por los muertos... Cuando un problema no se puede resolver, la única opción posible es reformularlo: es entonces cuando lo esencial no es tener la respuesta correcta, ahora y más que nunca necesitamos hacernos las preguntas correctas.

Una de estas posibles y necesarias preguntas es: dentro del espectro sociológico de la izquierda anticapitalista en su sentido más laxo, y no me estoy refiriendo a los quistes más o menos autistas de iluminados y trepas, aquí y ahora y ante las convocatorias electorales ¿qué opción podría ser la más unitaria y la de mayor impacto desestabilizador del status quo? ¿qué nos procuraría una mayor sinergia movilizadora, transversal y abierta, más allá de los típicos cotos y guetos?

Esta posible opción necesitaría tener en cuenta el contexto general:

a) Creciente desengaño y alejamiento de amplios sectores sociales respecto a la credibilidad, capacidad y legitimidad de la denominada clase política. Según circunstancias específicas, eso se traduce en un crecimiento de la abstención y/o el voto resignado a la contra: no se vota la opción que merece adhesión/confianza sino que se vota la que se considera más dañina para los que más odiamos.

b) Las campañas electorales son prácticamente mediatizadas, con lo que el dinero y el acceso a los grandes medios de comunicación es condición sine qua non para tener alguna posibilidad de hacer un papel digno: tan sólo muchos de los pequeños, juntos, con imaginación y eficiencia, pueden hacer algo.

c) No se votan programas, se consumen marcas.

d) Los partidos que obtienen representación, a efectos prácticos, se apropian de todas las otras opciones electorales (abstención, voto en blanco, voto autoanulado, es decir, voto en blanco especialmente indignado y expresivo, y voto a partidos sin posibilidad de escaño), sobrebeneficiando en esta operación prestidigitadora a los partidos mayoritarios, para mayor gloria del inmóvil centro-centrado.

e) Una opción anticapitalista en las instituciones suele tener dos posibilidades coherentes de expresión: o es hegemónica o está en la oposición. Como en las próximas elecciones la posibilidad de ser hegemónicos no está en el horizonte, sólo quedaría la opción de oposición.

A nivel práctico, ¿para qué sirve estar en la oposición? Algunos pueden decir que hacer llegar la voz de sus electores a las instituciones y hacer visibles sus alternativas, etc. Pero, ¿no nos habremos equivocado de siglo? Hoy los debates y las sesiones parlamentarias sólo son una ESCENIFICACIÓN de unas decisiones previamente decididas. ¿Hay alguien que realmente escuche o que haya cambiado de opinión en estos antros? Por un lado, escenificación de la liturgia protocolaria del poder y, por otro, escenificación electoralista, en tanto que son teledifundidas. Sus portavoces, que los medios libérrimamente deciden como relevantes, son entrevistados o sus monólogos troceados son multidifundidos y requetemasticados por los medios, formateando así el mundo político para el consumo/espectáculo de las audiencias. En los parlamentos se ejecuta la liturgia del poder y en los pasillos se trafica. Y es precisamente el tráfico lo que disuelve, cuál ácido clorhídrico a la tiza, cualquier gran bloque heterogéneo.

Con todas estas consideraciones, y saltándome algunos pasos lógicos, creo que lo más fundamental y urgente en lo institucional es la visualización lo más amplia posible del bloque que niega la legitimidad del Estado como a gran gestor de los estropicios del capital y para el capital. Y es después de la constitución de tal bloque que puede procederse a un segundo estadio: ¿cómo se articulan, relacionan, retroalimentan y confrontan sus diversas sensibilidades y prioridades relativas, etc.? Es dentro del bloque anticapitalista donde tiene sentido y urgencia responder: ¿y ahora qué hacemos y cómo lo hacemos? ¿Qué instituciones, mecanismos, procesos y reglas del juego nos otorgamos? Porque no olvidemos que la política-representación requiere votos, pero la política-realidad requiere poder/contrapoder. Y para la izquierda anticapitalista no hay más contra-poder real que los espacios de autonomía afirmados y conquistados, la organización, la voluntad y la capacidad de acción. La derecha, en su sentido más amplio, no tiene ninguno de estos problemas: gestiona la inercia del estado natural de las cosas, el sentido común.

Ante las elecciones necesitamos un programa:

a) Lo más amplio posible, potencialmente capaz de incluir incluso a los sectores libertarios.

b) Lo más contundentemente confrontado al actual status quo.

c) Que respete distintas sensibilidades: no encumbre a nadie a costa de nadie ni parasite a nadie en beneficio de nadie y todos juntos –que no revueltos- mucho más que sumados uno a uno.

d) Apunte y estimule la urgencia y necesidad de autonomía, organización y movilización, tanto reactiva como afirmativa.

Síntesis de la propuesta:

Estoy convencido que, si algún día esta realidad va imponiéndose como evidencia, tal programa será necesariamente simple. Tal simplicidad, que a primera vista parecerá idiota, será N.A.D.A, cero, vacío, un blanco nuclear que abraza todos los colores de la esperanza. En medio del estruendo de todos los traficantes de esperanzas posiblemente no haya verdad más audible que un clamoroso silencio. Tan sólo así, y después, será posible escucharnos susurrando en cálida voz baja. Es vital poder darle la vuelta al espíritu de nuestro tiempo que, cual virus paranoico, imperial y sectario, se ha incrustado hasta nuestro tuétano: quién no está conmigo, está contra mi y saborear la humildad vieja y sabia de quién no está contra mí está junto a mí en la vida y para la vida, más allá de ti y de mi, porque la verdad siempre estará ahí fuera.

Mientras tanto, demasiados libertarios, cual estatuas de sal, siguen abrazados a rígidos dogmas sacralizados de lo que en origen fue un flexible experimento preñado de potencialidades, algunas de las cuáles el tiempo ha corregido, y el penúltimo hijo putativo de Izquierda Hundida, autodenominado Partido Anticapitalista, reedita la historia interminable y parte a partir y repartir vacas con su lindo cántaro de leche. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar?

Las convocatorias electorales suponen, nos guste o no, queramos o no, una imposición coactiva del Estado por la cuál se nos pregunta: ¿cuál de estos 4 leones quieras que te coma: el azul, el verde, el rojo o el amarillo?. Si no dices nada (abstención), eliges a un lindo gatito (voto a un partido sin posibilidad razonable de obtener representación) o dices que no quieres que te coman (voto en blanco/nulo expresivo), automáticamente los cuatro leones te comen a la vez y proporcionalmente a su orden jerárquico en la manada.

Hay quién lo ve y hay quién no puede apartar sus ojos del ombligo. Evidentemente, TODA la izquierda autodenominada anticapitalista DICE que lo prioritario es la movilización en la calle, que evidentemente comparto. Pero no podemos ignorar la realidad de los mecanismos específicos de legitimación estatal-capitalista por el simple hecho de que no nos guste como son. El ingenioso y perverso reto de las convocatorias electorales es que no hay forma de sustraerse a sus sibilinos mecanismos de retro-alimentación (me remito a la referencia del primer doc. complementario) del poder establecido salvo, quizás, experimentando cosas nuevas.

Mi propuesta va en esta línea: con los resultados electorales de las últimas elecciones en Euskadi, la existencia de un instrumento electoral de canalización de la opción Z (cero/vacío) hubiera constreñido, estresado y deslegitimado muchísimo más a los actuales equilibrios intra-institucionales.

Joan Torres i Prat

Fundador del CRIC (Centre de Recerca i Informació en Consum), que edita la revista OPCIONS

Documentación complementaria:

http://www.somnisdesperts.org/pdf/rompiendoellaberintodeespejosdelsistemaelectoral.pdf

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68875



[1] ¿Por qué es tan difícil encontrar, y sobretodo divulgar, debatir racionalmente y asumir congruentemente, análisis rigurosos más allá de la indignación moral y los abordajes psicopatológicos de tal evidencia?