dimarts, 23 d’agost del 2011

I mentrestant hi ha qui atura el desert...

Article extret del Butlletí de Som lo que sembrem

"Premio Ambiental Goldman" A Jesús León Santos se lo han dado porque, cuando tenía 18
años, decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta,
la "tierra del sol".
Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y
polvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos.
Había que recorrer grandes distancias en busca de agua y de
leña. Casi todos los jóvenes emigraban para nunca regresar,
huyendo de semejantes páramos y de esa vida tan dura.
Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo de
reverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas
agrícolas precolombinas que le enseñaron unos indígenas
guatemaltecos para convertir tierras áridas en zonas de cultivo
y arboladas.
¿Cómo llevar el proyecto a cabo? Haciendo revivir una
herramienta indígena también olvidada: El tequio, el trabajo
comunitario no remunerado. Reunió a unas 400 familias de 12
municipios, creó el Centro de Desarrollo Integral
Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos
económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra
la principal culpable del deterioro: la erosión.
En esa región Mixteca existen más de 50.000 hectáreas que
han perdido unos cinco metros de altura de suelo desde el siglo
XVI. La cría intensiva de cabras, el sobre pastoreo y la industria
de producción de cal que estableció La Colonia deterioraron la
zona. El uso del arado de hierro y la tala Intensiva de árboles
para la construcción de los imponentes templos Dominicos
contribuyeron definitivamente a la desertificación.
Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de
reforestación. A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para
retener el agua de las escasas lluvias,
Sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y
plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra
fértil.
Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un
esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de
árboles de especies nativas, Aclimatadas al calor y sobrias en la
absorción de agua.
Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades
indígenas y campesinas, la soberanía alimentaria.
Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica,
sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las
semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región.
Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el
cajete, que es de las más resistentes a la sequía.
Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época más seca
del año, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando
llegan las lluvias crece rápidamente.
Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido.
Hoy la Mixteca alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer.
Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y
alimentos. Y la gente ya no emigra.
Actualmente, Jesús León y sus amigos siembran unos 200.000
árboles anuales..
Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación.
Con la madera de los árboles se ha podido rescatar una
actividad artesanal que estaba desapareciendo: la elaboración,
en talleres familiares, de yugos de madera y utensilios de uso
corriente.
Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas de
ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que
también recogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos
familiares orgánicos.
El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias
comunidades vecinas, que también han creado viveros
comunitarios y organizan temporalmente plantaciones
masivas.
En un mundo donde las noticias, con frecuencia, son negativas
y deprimentes, esta historia ejemplar ha pasado desapercibida.